Hasta hace algunos años antes del boom de las redes sociales pocas marcas -grandes o pequeñas- le daban la importancia que merece enfrentar a una comunidad de potenciales consumidores necesitados de información -mucha información-, yo mismo desconocía gran parte del proceso que requiere esta actividad. Al pasar los años, uno le va agarrando callo y ve desde la trinchera como la industria se ha ido modificando.
Entre colegas y amigos dedicados al maravilloso mundo de la publicidad la conclusión es la misma, el término community manager se queda corto, cortísimo. Sin importar si eres un principiante o elegantemente llamado community Jr. o un master de la comunicación en redes sociales el mensaje es claro… no es suficiente contar con un listado de respuestas por protocolo e imágenes de gatitos para lograr los objetivos que la o las marcas quieren alcanzar. El community tiene que hacerla de estratega digital, publicista, estadístico, analista y hasta a veces sacarle brillo a la bola de cristal para tratar de saber qué pasará con el algoritmo de las diferentes plataformas sociales -entiéndase el EdgeRank de Facebook como el más “usado” y el menos comprendido- y por qué no también hacerle al diseñador gráfico.
Ser CM es una profesión que desafortunadamente cada vez se abarata más (todos creen poder ser CM) pero contradictoriamente a la vez requiere mayor especialización. No tardará mucho en que la industria de una nueva vuelta de tuerca y las vacantes solicitarán CM especialistas en determinados giros, restaurantes, farmacéuticas, hotelería… repostería, etc. o abusarán de la jerga pretenciosa que inunda nuestro mundo publicitario y solicitarán especialistas en relaciones públicas digitales o algo parecido. ¡Sólo el tiempo lo dirá!
Un dicho popular dice que aquel que mucho abarca poco aprieta… cómo lograr una verdadera especialización cuando el multitask a la “N” potencia parece ser el camino que debe cruzar un CM.
Sin duda el mundo de la publicidad es apasionante y estas lineas que comparto no son exclusivas del community -son una constante en las agencias- pero es en donde me muevo y en donde me pareció importante compartir mi opinión.
David Ogilvy escribió en su libro Confesiones de un publicitario una comparativa entre una agencia de publicidad y una cocina de un restaurante y en parte tiene razón, estar encamotado o lleno de bomberazos es una constante de ambos mundos, pero jamás dejarías que el lavaloza sea el encargado de realizar elaborados menús para el deleite de los comensales… ¿o sí?
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